El crecimiento de los pagos digitales en España y los desafíos de la inclusión financiera

Businesswoman

La digitalización del dinero avanza a gran velocidad en España, impulsada por carteras digitales, tarjetas contactless y transferencias instantáneas a través de Bizum. Aunque el uso de efectivo sigue teniendo un peso relevante, el empleo de medios electrónicos crece a doble dígito.

Eso es, respaldado por una red de terminales POS cada vez más extensa y por normativas europeas que promueven los pagos en tiempo real. Siendo así, la inclusión financiera se convierte en un tema clave.

Solo cuatro de cada diez hogares cuyo responsable tiene más de 70 años utilizan servicios bancarios online. Eso evidencia que la transformación digital no puede dejar atrás a las personas mayores.

Visión general del ecosistema de pagos

Durante el primer semestre de 2024, las transacciones realizadas con instrumentos no monetarios crecieron un 11,4 % en comparación con el mismo período del año anterior. El país cuenta ya con 103 millones de tarjetas en circulación, una media de dos por habitante, y un ticket medio de 32 euros por compra.

En los puntos de venta, el número de terminales POS sigue una tendencia de crecimiento proyectada del 7% anual hasta 2030, lo que garantiza que incluso pequeños comercios rurales puedan aceptar pagos contactless.

Paralelamente, los reintegros en cajeros automáticos descienden de forma estructural, mientras que los pagos móviles ganan terreno. Los últimos informes señalan que el efectivo representa un 57 % de las compras presenciales, nueve puntos porcentuales menos que en 2022.

En el comercio electrónico, las carteras digitales y las transferencias inmediatas ya compiten con las tarjetas tradicionales. Según el Global Payments Report 2024, se prevé que estas alternativas superen el 50 % de cuota global para 2027, una tendencia que también se refleja en España.

En el país, las soluciones como Apple Pay y Google Wallet prosperan gracias a la amplia disponibilidad de terminales compatibles. Pero el cambio de los consumidores hacia tarjetas y carteras digitales ha reducido significativamente el uso de efectivo en las compras de mayor valor.

En transacciones superiores a los 50 euros, predominan los pagos con tarjeta y contactless. Sin embargo, ciertos colectivos vulnerables, especialmente personas mayores y residentes en zonas rurales, siguen dependiendo del dinero en metálico.

Estudios del Banco de España muestran que la distancia media hasta un cajero ha aumentado en los últimos años, creando auténticos “desiertos bancarios” que complican el día a día de quienes aún prefieren el efectivo.

El desafío de la inclusión financiera y las iniciativas para reducir la brecha

A pesar de los avances tecnológicos, persiste una brecha generacional importante. Solo el 39% de los hogares encabezados por personas mayores de 70 años utilizan la banca online, frente al 94% de aquellos cuyo responsable tiene 35 años. La principal barrera no es la falta de dispositivos, sino las competencias digitales.

Según diversas encuestas, casi un tercio de los españoles entre 65 y 74 años declara no tener habilidades básicas para el uso de internet. Esta realidad pone de manifiesto el riesgo de exclusión financiera en un país que acelera el cierre de oficinas físicas y apuesta cada vez más por los canales digitales.

Las fusiones bancarias también han reducido la presencia física de sucursales, obligando a muchos ciudadanos a desplazarse largas distancias para realizar gestiones básicas. Las barreras idiomáticas, falta de documentación y acceso limitado a smartphones dificultan el uso de aplicaciones financieras.

Además, una parte de la población sénior teme ser víctima de fraudes y prefiere el trato humano de las oficinas tradicionales. Pero ante estas desigualdades, bancos, administraciones y organizaciones sociales han puesto en marcha diversas acciones.

Una serie de talleres gratuitos son organizados por el banco Santander en colaboración con ayuntamientos, que ya ha alcanzado a más de 20.000 mayores desde 2022. El portal de educación financiera del Banco de España ofrece tutoriales adaptados sobre banca por internet, pensados especialmente para públicos vulnerables.

Además, Correos Cash y oficinas móviles llevan cajeros automáticos móviles a localidades con menos de 500 habitantes, facilitando el acceso a efectivo en zonas despobladas.

Y neobancos como imaginBank ofrecen cuentas 100 % digitales con asistencia por videollamada, reduciendo la necesidad de desplazamientos físicos. La Estrategia Nacional de Inclusión Financiera contempla objetivos de alfabetización digital para personas mayores de 55 años.

El papel de las fintech y las perspectivas hasta 2030

Además de Bizum, los neobancos (como N26 o Revolut) compiten por captar al público joven y urbano mediante procesos de alta totalmente digitales. Las grandes tecnológicas también están ampliando sus soluciones.

Apple Pay, por ejemplo, ya forma parte del día a día de muchos consumidores. Por otro lado, la introducción del euro digital, actualmente en fase de estudio, podría ampliar la interoperabilidad entre pagos instantáneos y carteras públicas, ofreciendo una alternativa segura y universal a la ciudadanía.

La cuota del efectivo en compras presenciales podría caer por debajo del 40% ya en 2026, impulsada por el crecimiento del contactless. Y la adopción de la banca digital podría alcanzar al 85% de la población adulta en 2030, incorporando a unos seis millones de nuevos usuarios online.

Los pagos instantáneos pasarán a ser el estándar, integrados en carteras digitales y ecosistemas de open finance, permitiendo liquidaciones multimodales (P2P, B2C, impuestos). Y la inclusión sénior dependerá del éxito de los programas de educación financiera./p>

Conclusión

España está a punto de consolidar un ecosistema de pagos verdaderamente digital, donde la comodidad del contactless, las carteras virtuales y las transferencias instantáneas ya forman parte de la rutina diaria de millones de consumidores.

Sin embargo, la aspiración de abandonar el efectivo solo tendrá sentido si avanza al mismo ritmo que la inclusión financiera. La brecha generacional demuestra que la innovación sin alfabetización digital puede acentuar desigualdades.

Back To Top